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Culpables o inocentes

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Las más recientes investigaciones históricas han sido tendientes a desvirtuar la verdad absoluta pregonada durante años como historia oficial. Hay dos casos muy particulares que se han presentado de nuevas verdades ajenas a lo que se dice en las estampitas de papelería y libros de texto que se hicieron tan populares en las pasadas décadas.

La gran mayoría de los últimos textos sobre la segunda mitad del siglo XIX, habla de un Porfirio Díaz benevolente y a la vez sobrio, de recio carácter, mas siempre defensor de la paz y la armonía para México que le garantizó al país (por primera vez desde la insurrección de Hidalgo en 1810) el estadio de tranquilidad que requería para vivir; la población, si bien no pedía a gritos su permanencia, sí la toleraba, y festejaba que México progresara gracias a su ayuda. Esta descripción es extraña con respecto a cualquier otra del siglo XX, pues es raro observar una percepción tan distinta que se hace sobre el que todos conocemos como un déspota dictador, que permitió la esclavitud en México, que mantenía en la miseria a la población cuyos derechos de los trabajadores eran violentados, aferrado al poder, un hombre mezquino y cruel.

Y más aún impresiona leer en los últimos tiempos, la historia de Benito Juárez como un hombre avaro, sediento de poder, que nunca tuvo entre sus pensamientos el abandonar la silla presidencial. El Benemérito es descrito con adjetivos que jamás hubiésemos pensado escuchar sobre su persona. Para la última de sus reelecciones, maneja por ejemplo Catón, Juárez echó mano de toda la maquinaria del gobierno, de los representantes del Congreso (todos juaristas) y de sus subordinados para seguir manteniéndose como Presidente. Se cuenta que en alguna ocasión se le cuestionó a Juárez sobre cuándo pensaba abandonar la “silla”, a lo que el Presidente contestó: “La presidencia en este país se deja por dos motivos: por un gran ideal o por un gran temor. Pero cuando el presidente es indio no la deja ni por eso”. Y sólo alguien le pudo quitar la presidencia: la muerte en 1872.

Del pasado aprendemos en los libros, la escuela, y en la voz (o las letras) de los personajes que conocen a la perfección los hechos ya acontecidos, aunque estos se contraríen de los datos oficiales. Del futuro ni hablar, pues ése sólo se construye con el presente, por éste debemos preocuparnos porque en él viviremos siempre.

No nos pongamos a pensar qué tan cierto es que el “villano” Díaz, era en realidad una “blanca palomita”; o en que nuestro querido Juárez en verdad era un hombre ególatra y ambicioso. Pensemos que la historia se ha preocupado por mostrarnos ejemplos que debemos seguir de los “mexicanos inocentes” y errores que debemos evitar de los “mexicanos culpables”. Lo que sí es preocupante es que el día de mañana, luzcan como próceres mexicanos, las figuras y los rostros de aquéllos que pretenden hundirnos en el fango con tal de salir ellos del pantano y disfrutar de la comodidad que ofrece la tierra firme. Pugnemos porque en el futuro las nuevas generaciones conozcan lo que realmente ocurrió en nuestro país. Y mientras dejemos descansar a quienes ya pasaron por ese trance, su lugar ya está en la historia, y debemos recordarlos como son: culpables o inocentes.

El Informante de Baja California Sur

Por Luis Enrique López León

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