Historia del narcotráfico en México [Primera parte]
El narcotráfico se ha convertido en el enemigo número uno de México. La violencia desmedida que ha provocado la producción, distribución, compra y venta de sustancias ilícitas, ha tocado a centenares de miles de familias en las últimas décadas y, lo más alarmante, han sido cientos de miles (si no es que millones) las personas que han muerto por los efectos del consumo de estupefacientes. Con la captura (tras más de una década), fuga y recaptura de El Chapo Guzmán en un lapso menor a dos años, el tema de los capos de la droga y los causantes del sufrimiento colectivo mexicano, vuelven a colocarse en el ojo del huracán. Por un lado, los ciudadanos desconfían de las autoridades del país, por el otro, una importante mayoría de jóvenes mexicanos (principalmente del norte del país y del sur de los Estados Unidos), observa a los narcotraficantes como héroes populares y ejemplos claros de prosperidad y éxito.
Para conocer la historia del narcotráfico en México, debemos recorrer muchas escenas del siglo XX y observar las particularidades de cada una. Pero antes, comenzaremos por conocer el origen de quien se convirtió en el hombre más buscado del mundo y puso en jaque a una nación entera: Joaquín Archivaldo Guzmán Loera. El Chapo.
La historia de El Chapo se remonta a la década de los noventa, cuando fue descubierto en la frontera (en Agua Prieta, Sonora), el primer narco túnel de su invención que transportaba la droga de México a Estados Unidos. En una casa habitada, con la apariencia de ser un hogar más de los miles de la zona, debajo de una mesa de billar, estaba la compuerta que, al jalar una de las patas de la mesa, se abría para mostrar un sofisticado túnel de cien metros de longitud para cumplir con el cometido de introducir la mercancía en el vecino país del norte. Esto despertó el interés por conocer quién era el operador que se encontraba detrás del “Callejón de la Cocaína”. Ahí nacería la lupa que se posaría, por años, sobre él.
O más bien, la historia de El Chapo viene desde más atrás. La Tuna, en Badiraguato, Sinaloa, es una población que apenas rebasa el centenar de habitantes, y que poco ha cambiado desde hace varias décadas. Ahí nació Joaquín Guzmán Loera y vivió su infancia en medio de una historia de violencia intrafamiliar y la convivencia constante y directa con los productores y comercializadores de la goma del opio y la marihuana. El caldo de cultivo idóneo para un futuro traficante de drogas.
Por el dinamismo propio de la región, rondando los veintitantos, Guzmán comenzó a trabajar para Héctor Luis Palma, quien confió plenamente en él, un joven con ambición de ganar terreno en el narcotráfico, y le encomendó operar la distribución de estupefacientes de las costas sinaloenses hacia territorio estadounidense. Operaciones que logró realizar con éxito cabal y que le comenzaron a generar ingresos considerables de los cuales nunca se ufanó, ni ostentó, lo que hizo de él una persona digna de fiar en este delicado negocio.
Mas el lado turbio de El Chapo Guzmán comenzó a relucir. Operaciones fallidas por errores de terceros, amenazas enemigas y demás causas, provocaban la furia del sanguinario delincuente y lo llevaron a asesinar a mansalva y sin recato alguno. A la par que su creatividad se ponía a prueba y comenzaba a transportar la cocaína en latas de conserva, en cajas de jabones o en artículos de ferretería sin ser descubierto.
Poco a poco ganó fuerza, incrementó su riqueza, y se convirtió en una amenaza para la seguridad nacional. Su poder dio origen a organizaciones enemigas que, en la disputa por el control del territorio, provocaron severas crisis de seguridad y provocaron miles de muertes. En los próximos Zarpazos de León, les contaré a ustedes de la expansión de su dominio, su primera captura, la fuga y la serie de hechos en los que se vio involucrado durante los años 2014, 2015 y los primeros días del 2016.
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