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OPINIÓN | ENVIDIA DE LA MEXICANA

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No cabe la menor duda que la mexicana es una raza muy especial y distinta a muchas otras en este mundo. Hemos sabido crecer en la adversidad, construyendo un país orgulloso y reconocido mundialmente. Esto a pesar de los pésimos gobiernos, y las dificultades propias de un mundo globalizado. Sin embargo, seguimos teniendo un terrible y poderoso talón de Aquiles que nos sigue limitando: nuestra evidente envidia ante el éxito de otros mexicanos. Somos los principales detractores de ellos.

El pasado 7 de mayo se volvió a evidenciar esto. Fue triste para un servidor ver como hicimos mofa, e incluso muchos celebraron, la caída del boxeador mexicano “Canelo” Álvarez. Pero él solo se suma a una larga lista de personalidades que han sufrido esto: futbolistas, empresarios, líderes sociales, ambientalistas, políticos de corazón (sin cargos, porque sino probablemente se justificaría la animadversión), artistas y casi cualquier persona que sale adelante. La explicación “es narco”, es una de las más usadas en la lógica para entender el éxito de muchos que le han tallado duro para salir adelante.

Parecería un mal menor. Pero cuando uno trata de explicar esta idiosincrasia hacia las personas extranjeras que invierten o visitan nuestro país, es simplemente incomprensible para ellos. En una época en la que el nacionalismo trata de ser vendido como la moneda de cambio para una transformación justa al país, encontramos en esta “envidia” una fuerte barrera a transformarnos. La superación personal es una meta que cuesta más de lo normal en nuestro querido México.

No soy fan del box. Tampoco del fútbol en un sentido amplio. No es que sea admirador del boxeador citado y quiera tratar de convencerles de que es un gran deportista. Lo real es que somos personas que pasamos de ser críticas a simples criticones. Y seguimos pensando que el emparejamiento hacia abajo de todos los mexicanos sería nuestro mejor status quo. ¿Cómo podríamos salir adelante en tan terribles momentos de crisis económica y sanitaria, cuando somos incapaces de tomar como ejemplo a los que se superan?

Tomemos otro caso grave. El presidente de la república. Al ser un gobernante, tendrá aciertos y errores. Esto en cuanto a sus decisiones públicas. No quiero ingresar a si está o no beneficiando a grupos. En este país al referirnos a su figura, tomamos solo un partido. A favor a ultranza o en contra con ojos cerrados. En el muy personal caso, el criticar de sus decisiones aquellas que considero equivocadas, me lleva a ser tachado de opositor. En las veces que he aplaudido algunas decisiones, de ser hipócrita.

Da gusto a muchos, con la única intención de validar un discurso extremo, que el AIFA no haya “despegado”. Gusto que la economía personal esté mal. Es más, somos tan increíblemente erróneos que, los datos duros de la pandemia, parecieran festejarlos algunos. Pero también, defendemos frases desafortunadas, como “Abrazos no balazos”; situaciones críticas como la desaparición de escuelas de tiempo completo (que afortunadamente cambió, aunque fuera a su estilo), o la búsqueda de una reforma energética ajena al futuro.

Atacamos sin ton ni son al discurso, por el solo hecho de provenir de él. El presidente ha hecho énfasis, y creo que de una manera sincera, en buscar la mejoría del México Olvidado. Y esto le ha atraído críticas exageradas. Tampoco podemos cerrar los ojos y no entender que la economía, aunque problemática, no ha caído estrepitosamente como en
otros tiempos. No por ello debemos de defender el dispendio y mala aplicación de recursos, la corrupción. Pero si debemos poner en balanza y tratar de ser racionales. Ser críticos. Pero no envidiosos.

No. No odio a ningún mexicano. No lo envidio. Los logros de todos merecen mi respeto y no la mala conciencia que nos daña. Quiero pensar que soy capaz de ayudar sin esperar algo a cambio. Y, sinceramente, me llena de orgullo creer que México tiene un potencial infinito en su gente. La única explicación que considero válida para el éxito de un compatriota es su duro trabajo, su ingenio y dedicación. Que sea el tiempo y las autoridades quienes les desmientan. Debemos albergar en el corazón respeto y buenos deseos.

Tal vez no lo podamos ver. Pero las consecuencias de lo que padecemos tienen un gran pilar de sufrimiento en esta envidia. Misma que ha crecido en los abusos constantes de los que hemos sido víctimas, cierto. Pero que no puede ser justificación. Porque el precio que pagamos es mayor. Porque el dolor que acumulamos genera frustración, enojo y miedo. Y eso no puede ser guardado por siempre. El día que estalle, las consecuencias serán fatalmente impensables.

Ser críticos nos permitiría decir: el boxeador buscó más de lo que podía lograr. No era su peso. Estaba fuera de su capacidad. No necesita terminar con el rostro ensangrentado y con la rodilla en la lona para que se entienda. No necesitamos ver a un mexicano rendido, acabado. Necesitamos ver a un mexicano que lucha, y que perderá algunas batallas. Es el precio de buscar ganar muchas guerras. Las que importan. Y si acaso la vida nos pone en el camino de alguien caído, tender la mano para levantar, y no el dedo para señalar. Necesitamos crecer, y cambiar. No podemos albergar más envidia. No de esa que nos está acabando. Debemos cortar de tajo la proliferación de “esa”. “De la mexicana”. Y quien sabe, algún día podríamos prosperar mejor. Perdón por su tiempo y gracias por su lectura.

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