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OPINIÓN | LA REDUCCIÓN MEXICANA

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México es una nación enorme. Somos el 14o lugar en extensión territorial a nivel mundial. En población, el 11o, con poco más de 125 millones de personas. En términos de generación de riqueza, quinta en 2020. Aunque este dato no es de aplaudirse, por haber caído algunos lugares en los recientes años. Pero en términos de concentración de riqueza, 8o, con alrededor de 3 billones de dólares (empate con Japón). Dato doloroso, ya que ocupa el lugar 76 en distribución de esta riqueza.

Al ver fríamente estos números, encontramos que México es económicamente un país enorme. Envidiado. Lejano a los punteros, pero fabuloso en muchos sentidos. Cuando los estudiosos de las campañas y posicionamientos políticos analizaron esto, encontraron tierra fértil. Riqueza concentrada y pésima distribución. Nada nueva la información, pero si la explotación de esta. Crónica de un relevo en el mando anunciado décadas atrás, aplazado a un alto costo. Y los factores, de sobra conocidos: la corrupción, infraestructura, favoritismo, monopolio y educación.

En finales de 2018 se sembró la esperanza de un cambio finalmente. El árbol de la política mexicana había recibido la sacudida, urgente y necesaria, para que sus frutos cayeran al suelo donde todos podrían recogerles. Las políticas de izquierda y populista viven de esta propaganda. La gente sonreía, confiaba, al menos la gran mayoría.

Y entonces, la crisis mundial se volvió la principal cortina de humo para no querer ver lo que estaba pasando en el gobierno. Era irrelevante. No era de vida o muerte. Todo era fácilmente justificable, al ser el discurso de la boca de los villanos de siempre. La historia más o menos la conoce, y su posición no variará con este escrito. La polarización natural del país, exacerbada por el alto mando mexicano, exigía cerrar la boca o gritar demasiado alto, que molestaba en lugar de llamar la atención. El caldo de cultivo era perfecto.

Paradójico que en el mes del amor y la amistad de 2022, el idilio e ilusión del cambio rompieran abruptamente. Ahora, hasta los más leales han quedado inoperantes. Deben contener, pero saben que han sido reducidos a una igualdad que no esperaban: la pureza del líder carismático y legítimo ha sido destrozada. Por tanto, se recurre a los viejos estilos de la política tradicional mexicana. Cerrar filas. Puede diferir hasta este momento. Negarlo. Minimizarlo, como en la frase el PRI robó más. Pero en el fondo, el discurso y el orgullo ya no están en equilibrio. El corazón roto no puede armarse de nuevo. Y el discurso tampoco.

Y esta reducción de México, este cierre imprevisto y hermético, endurece el discurso y enciende nuevamente la mecha política. El líder, herido y desenmascarado, flagrante golpea la ley suprema. Abusando de su poder; corrompiendo las instituciones, ya no solo mandándolas al carajo. Y exige el pago de tributo a los “leales” colaboradores y aún engañados seguidores, en forma de pregunta: “¿Están conmigo o contra mí?”. En todos los posibles escenarios pensados hasta el 2024, no había uno solo que pusiera tal pregunta. Y los tributantes, por las razones más diversas, se adhieren a una frase devastadora que deberá quedar por siempre en la historia de nuestro país. ¡Traicionar al presidente, es traicionar a México!

México ha sido cuna de grandes héroes. Gente que, con su sangre y no su discurso, dieron vida y esencia a una incipiente democracia, con la esperanza que su sacrificio crearía una enorme nación. Tierra de genios, artistas, y una diversidad tan grande, que ha construido un enorme nombre. Legado y futuro de la mano.

Y hoy, como probablemente nunca en la historia, este nombre construido con empeño y sangre, sueños y éxitos, lágrimas y esperanza, es pretendido sea cambiado por el de una sola persona. Si bien, la de más alta investidura política, la más legítima que haya ocupado el cargo en años, pero solo una persona. En diciembre de 2018, cuando prometió ser ejemplo, tuve la certeza de que escribiría su nombre en la historia. Jamás podría haber imaginado que, en un país con tantos traidores que entregaron su tierra y riqueza, él pretendería reducir a México a su mínima expresión; al tamaño de una sola persona. Jamás pensé vivir la reducción mexicana. Gracias y perdón por su tiempo.

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