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OPINIÓN | ¿LOS BUENOS SOMOS MÁS?

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Frase de peso y contundente: quién no conoce su historia, estará condenado a repetirla infinitamente. La independencia de México, la “liberación” de la opresión que tenía el “pueblo mexicano”, de acuerdo a la mayoría de los historiadores, tuvo su origen en muchas regiones del país, no solo una “cuna”. Pero estas regiones principales identificadas son claras: Querétaro, Michoacán, Zacatecas y la Ciudad de México. Fueron los hechos ocurridos en esas zonas principales las que estallaron el polvorín. El resto tiene demasiadas versiones; la que compró es que fue un proceso inconcluso, llevado a cabo por un criollo, con su intención apuntalada en la presión del reino de Francia sobre España. No es septiembre, así que no vale la pena ahondar en ello.

Los sucesos recientes en tres de esas cuatro regiones, y la muy probable a ocurrir el día de mañana, 8 de marzo de 2022 en la “Capital” de todos los mexicanos, principalmente, podrían ser un parteaguas, esperando no el detonador final. Nuevamente, no tiene sentido ahondar en los hechos particulares, sino en todo aquello que pareciera restregar nuevamente en la cara lo cíclico de la historia, especialmente de aquella que es inconclusa. Una espiral infinita, sin un epicentro ya identificable, pero tampoco un fin evidente.

Crecimos con el consuelo de pensar que la sociedad mexicana está plagada, en su mayoría, de mujeres y hombres buenos. Luchadores incansables. Destacados por haber forjado el carácter en base a momentos terribles. Personas hechas de fierro. Pero, con el tiempo, este también se dobla, se rompe. Su estructura se compromete ante tanta oxidación. Y en mi raza, esa de la cual esperamos siempre que hable el espíritu, tal vez ya se comprometió de tanta lágrima que le ha recorrido su piel. El fierro empieza a ceder.

La salida fácil es culpar a los políticos. Ejecutivos, judiciales, parlamentarios, funcionarios de confianza y sindicalizados. La realidad es que ellos son más de la misma mezcla. También han sido corroídos, por sufrimiento, o unos cuántos por el sudor de la frente al sufrir ser descubiertos en su mezquindad. Mismo resultado con razones poco loables. Y lo peor es que el cántico de batalla para lograr el cambio, ese que nos ha permeado a combatir al enemigo que profane nuestro sagrado suelo, jamás nos preparó con la posibilidad que no fuera un extraño, sino uno venido de nuestra misma sangre.

Pequeños héroes han sido marcados en la historia por sus actos valientes. Por dar su vida. Cuando analizas la cruda realidad de estas hazañas, caes en cuenta, espero no se ofenda, que muchos de estos actos no cambiaron la historia. Se perdieron como una llamarada, al no tener más espacio para encender. Y es que lo último que deseamos es que termine de arder todo. Sería relativamente fácil porque el “árbol” de nuestro país está caído, seco. Podría prenderse fácilmente, por los actos irresponsables de oportunistas. Probablemente ya se aburrió al leer esto. Es normal. No queremos escuchar más tristeza.

Pero, de vez en cuando, los pequeños actos se van sumando y logran, entre todos, recuperar el árbol. Esos héroes que han luchado en una guerra perdida desde que inició en 2006. Esos que documentan y dan transparencia, no por oportunismo mediático, sino como reflejo de una conciencia que desea que las cosas puedan cambiar. Esos que, probablemente salvaron vidas, cuando se quitaron la “piel” que les cubría, y la entregaron a quienes podían camuflarse y no ser linchados, aún a su propio riesgo. Y de quienes vienen gritando y empujando porque la igualdad y equidad, donde quepa cada palabra, no sean letras muertas. Porque las muertes ya las pusieron por delante muchas víctimas.

La historia encuentra un bucle de repetición curioso. Podrá diferir, porque cada quien ve lo que desea, pero las coincidencias suelen enmarcar la historia para adornarla. Solo que requiere definitivamente que todos tomemos las acciones de suma necesaria. Se necesitan sacrificios, no Protagonismo. Se necesitan hechos, las palabras, empezando por este escrito, sobran desde hace tiempo. Las situaciones cotidianas que estamos viviendo nos urgen porque demos una pronta y contundente respuesta positiva, una afirmación sin lugar a duda, sin miedo y sin egoísmo. Es tiempo de responder a la pregunta y demostrar que LOS BUENOS SON MÁS. Como siempre gracias y una disculpa por su tiempo. Buena semana.

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