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OPINIÓN | SUAVE PATRIA

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“Suave Patria”, un poema muy interesante y patriótico del zacatecano Ramón López Velarde, encontró cabida en los libros de texto con los que nos educaron de pequeños. En él busca hacer un reconocimiento a su querida tierra. Un tributo a la grandeza de su patria, en un momento de crisis y oportunidad para nuestra incipiente República. Era un intento de hacerse uno con su pasado y al mismo tiempo, buscar encontrar el lugar que México podría tener en un nuevo y creciente mundo a principios de los años 20’s, pero del siglo pasado. Como siempre, la historia tiene puntos de inflexión muy curiosos, enmarcados por tres aspectos fundamentales: el desconocimiento de la historia (incluso negación del pasado); la aparición de fuertes dogmas que chocan y se contraponen; graves crisis sociales, económicas y políticas. Y eso ha convergido nuevamente un siglo después. No solo en México, pero esto no debe ser menos que consuelo de tontos para quienes lo esgrimen constantemente. Eso no minimiza. Por el contrario, agudiza la desesperanza.

Algunos dicen que el 17 de abril de 2022 pasará a la historia. Y seguramente para muchas personas sí. Tendrán algo importante que festejar. Pero para los anhales de nuestro país, tengo mis grandes dudas. Quienes quieren verlo así, es porque hablan de una cruenta lucha legislativa. De odio y pasión. De sangre y coraje. De hambre e insomnio. Lucha por lo que es mejor para el país: la defensa a ultranza de su estirpe. ¿Cambiaría esto si les digo, sin más datos, que fue una lucha entre políticos, más específicamente diputados? ¿Realmente nos sentimos ahora tan protegidos y representados? Vaya memoria corta la de mi pueblo.

Pero concediendo que esto fue posible, dos grupos se enfrascaron como pocas veces en la historia del congreso. Lo digo por la atención de la sociedad, no porque sea nuevo el que se hayan enfrentado. Es más, si ustedes me lo permiten, diría que fue una pelea demasiado “light” para lo que algunas veces ha ocurrido. Y la probable explicación es la vuelta de rueda sobre quienes son la oposición. No podrían comportarse de otra manera. Esto sin afán de ofensa para los “oficialistas”, quienes tienen el peso de la historia a la espalda (y alguna orden de aprehensión si no tuvieran fuero, probablemente).

Pero, para no variar, la nota del resultado no estuvo en el congreso. Emanó del más invasivo de los representantes del ejecutivo desde hace muchos años: el presidente López O. Llamó sin el menor recato “traidores de la Patria” a quienes pensaron distinto a él. Y digo a él, porque los representantes legislativos de su corriente no piensan por ellos mismos. Solo ejecutan lo que les ordena. Y que no se ofendan. Ellos lo presumen con mucho orgullo. No me veo a mí cantando: “es un honor servir a la nación”, para disimular el servilismo y los pocos… cánticos diferentes que tiene el partido.

Pero, ¿entendemos el real nivel de la acusación que se está haciendo? Vámonos a la idea romántica del pasado. Cuando el ejecutivo tenía un alto peso, por carecer de otros poderes que no estuvieran supeditados a… bueno, pues… perdón. Vayan a la época del poema de López Velarde. Cuando la Patria era suave. Era tersa y con futuro. No con manchas de sangre, sueños nebulizados por humo contaminante y droga. En aquellos años en que el Traidor a la Patria sufría la pena de muerte.

Ser traidor a la Patria era algo tan deshonroso, que nadie metía las manos en su defensa. Solo le lloraban, aunque eran lágrimas de vergüenza, no de dolor. El apellido estaba manchado para siempre. Claro que esto siempre duraba una generación de nuevos políticos que solo se cambiaban de corriente, y con ello limpiaban la mancha. ¿Ven como
conocer la historia nos hace no asustarnos? Y si fuéramos más conscientes, no repetiríamos. Hoy día es tan sencillo insultar diariamente desde púlpitos y tribunas, sin mayor consecuencia que una risa nerviosa de desaprobación, especialmente si puedes usar una banda tricolor con el escudo nacional. Llámalo discurso y no pasa nada.

Pero, si revisamos la historia, encontraremos más casos donde se demostró que quien se equivocó fue el único que iba en sentido contrario. El inquisidor. El impositor. El que, en un acto de blandengue soberbia, extendida en el tiempo por un poder no entendido, confronta diariamente a quienes no piensan como su persona. La patria reducida. La patria encogida al clamor diario de una sola voz. El dolor propio de un pueblo que, por miedo, conveniencia o ignorancia, cree que un solo hombre puede cargar con la verdad histórica. Todo esto por una legitimidad política mal entendida y peor aprovechada. Y después se revela su cruel y fría naturaleza.

El problema de la Suave Patria es que no entendemos el contexto real de su fuerza como grito de reconocimiento de la pasión por la Tierra Sagrada: no es suave por debilidad, sino porque es capaz de sostener apasionada, pero plena, el cúmulo de libertades de pensamiento que los hijos de su Patria merecen. Porque el grito propio de reconocimiento de su grandeza era al libre albedrío, y el derecho a pensar equivocado. Más traiciona a la historia de su nación, el que se piensa como Altísimo, y condena el caleidoscopio del pensamiento a solo una luz que emana de una cabeza, aunque sea de algodón.

Tras este triste domingo de confrontación de corrientes, intereses y compra de voluntades, por intereses capitalistas o por miedo al presidente, se derivaron asuntos muy preocupantes que terminarán hasta el mes de noviembre de 2024. Tal vez algún político que votó el domingo sufre muerte o cacería; tal vez prosperen las demandas que se están presentando por “la oposición”; tal vez suframos más discursos desafortunados de los plurinominales o
de los de elección directa. Pero lo realmente preocupante: la velada amenaza de 40 años de prisión que insinuó en algún momento el presidente más bélico de nuestra historia reciente. Sí, más que Calderón. Porque aquí la violencia es al acto, pero también al pensamiento.

Si el domingo 17 de abril de 2022 se enmarca como el día de la Traición, no creo que sea por el acto opositor de un grupo cansado. Tampoco por la defensa, llena de interés y poca convicción, de un frente mayoritario, carente de sentido de Nación. Vendrá en la reducción de la gran nación mexicana, a quien pretende sustituirla por su nombre en coro de una sola voz. Que espera la alabanza y la aclamación. Antes que el nombre de una persona, está el grito insurrecto del país que me eriza mis sentimientos. Porque la patria reducida no tiene cabida en México. Porque será “Suave la patria”, bella y tierna como solo ella, pero sin cabida a traidores que buscan opacar su nombre, y… ¡sustituirlo por el de su persona!. Ahí no hay cabida, perdón u olvido. La historia juzgará de frente, y su decisión no será suave. Como siempre, perdón por su tiempo y gracias por su lectura.

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